sábado, 25 de enero de 2014

HABLEMOS DE SEXO


Este fin de semana, queremos hacernos eco de un artículo que  Coral Bravo, publica en el periódico digital "EL PLURAL. COM", bajo el título de  "HABLEMOS DE SEXO"; un artículo muy interesante, que da pié a reflexionar, sobre muchas cosas, importantes en nuestras vidas:



Decía Rosa Montero, en su columna en El País del pasado domingo, que “lo cierto es que el sexo sigue siendo un enorme tabú, aunque parezca que vivimos en una sociedad en la que hay una superabundancia de sexo explícito por todas partes. O quizá el problema sea justamente eso: que parece que todo está dicho y que lo sabemos todo sobre el sexo, cuando en realidad no se sabe ni se dice nada”. Efectivamente, vivimos en una sociedad que se autoproclama como libre y muy docta en materia de sexualidad, cuando la realidad sigue siendo la pervivencia de mil tabúes, miedos, silencios y prejuicios con respecto a ella.

Es más que obvio que la incultura de la “moral” católica sigue impregnando las creencias, las actitudes y el día a día de muchos españoles en materia de sexo. Se sigue sin informar a los adolescentes en institutos y escuelas sobre un aspecto tan importante de la vida afectiva de las personas. Se sigue fomentando la desinformación y criminalizando las consecuencias de esa desinformación. Se sigue deformando la realidad, y se sigue ensuciando el significado de algo tan esencial que es la fuerza que genera la vida.

Como con tantas otras cosas, la ideología cristiana tiene mucho que ver con esa actitud castradora y denigrante de la sexualidad humana no reproductiva (en el santo matrimonio, como dios manda). El cristianismo, como todas las sectas, iglesias y religiones, bloquea el aprendizaje natural de la sexualidad, la criminaliza y obstruye su comprensión, atribuyéndole unas maldades que sólo se corresponden, en realidad, con la represión y la subsiguiente perversión que sus adeptos preconizan. Porque donde hay represión de la naturaleza humana existe, de manera automática, desvaríos, desviaciones y depravaciones, en algunos casos de carácter muy grave. El objetivo de esa represión no es otro que el del control y el bloqueo de la libertad de los individuos y de los grupos humanos. Porque controlar la sexualidad de las personas es controlar a esas personas, dominando y bloqueando sus ámbitos más privados, íntimos y personales.

Pues bien, no hablo de abstracciones ni de realidades escondidas o lejanas en el tiempo. Hablo de la actualidad. Porque la Iglesia católica continúa criminalizando la sexualidad ajena, aunque alimentando una insultante permisividad en las depravaciones sexuales propias. Hace pocos días Fernando Sebastián, recientemente nombrado cardenal por el Papa Francisco, insistía en la terrible tesis eclesial de que “la homosexualidad es una deficiencia que se normaliza con tratamiento, como la hipertensión”, cuando la ciencia lleva siglos explicando que la homosexualidad es una condición natural de la especie humana; que siempre ha habido una parte de la población, alrededor de un 10-15%, que es homosexual, y que no pasa nada. Es gente completamente normal, que tiene unas coordenadas sexuales que responden a la natural biodiversidad de la naturaleza misma.

Me pregunto, al respecto, si el señor cardenal, ya que tiene una fórmula infalible para “curar” la homosexualidad, tiene también otra fórmula infalible para “curar” los múltiples y sistemáticos casos de abuso sexual de menores que se repiten en sus filas. Quizás una pastillita diaria, como en los casos de hipertensión, paliaría una monstruosidad endémica que deja en el camino a miles de víctimas afectadas y traumatizadas de por vida. O me pregunto qué opinión tendrá de la vida sexual de los jerarcas católicos, que Eric Frattini investigó y detalló muy bien en su ensayo “Los Papas y el sexo”.

Hace también escasos días que circuló por la prensa una noticia que hacía referencia a una afirmación de la presidenta de la Federación de asociaciones provida (esas asociaciones de gente muy religiosa que defiende mucho a los cigotos no nacidos y ataca con saña a muchos otros seres sí nacidos); supuestamente, esta señora había afirmado que “la masturbación es un crimen y una forma de aborto”. Días después esta noticia fue desmentida; afortunadamente, porque la cuestión era de juzgado de guardia, o de sanatorio de reposo. Aunque no se trata de una afirmación muy desconocida para muchos españoles. Desde la Iglesia católica siempre se ha criminalizado la masturbación, y se han emitido crueles mensajes a los adolescentes que, durante muchísimas generaciones, han temido quedarse ciegos, o albinos, o tontos, o vaya usted a saber cuántas barbaridades más. Lo de siempre: “El sexo es sucio y es pecado. El placer es cosa del demonio. La virginidad es la gran virtud. La libertad es una transgresión. La felicidad un atentado. El amor humano es una debilidad.” Vivir es pecado, en definitiva.

Las consultas de los psicólogos suelen estar, aun hoy en día, repletas de personas reprimidas y afectadas por trastornos emocionales y sexual-afectivos a causa de los mensajes misóginos, coercitivos y opresores que la moral católica sigue difundiendo acerca de la sexualidad. Hablemos, por todo ello, de sexo. Informemos a nuestros hijos de manera natural de los aspectos referentes a la sexualidad humana. Eduquemos a las nuevas generaciones en el aprendizaje sano, responsable y sensato de un ámbito que va a tener una gran importancia en sus vidas, en su afectividad, en su salud y en sus relaciones. Porque el sexo forma parte del amor y de la comunicación profunda entre dos seres humanos; lo que es dañino, para uno mismo y para los demás, es la represión antinatura y la actitud persecutoria, morbosa, sucia e inmoral de los que le coartan y le censuran. Afirmaba Sigmund Freud, gran conocedor de las terribles consecuencias de la insana represión sexual, que la religión es equiparable a una neurosis obsesiva colectiva. Porque, como decía Jorge Luis Borges algunos años después, el mayor pecado que de verdad puede existir es el de no ser feliz por repudiar las cosas de la vida.

domingo, 12 de enero de 2014

UNA DE LAS MIL RAZONES, PARA ESTAR INDIGNADOS


Expongo un artículo de Vicenc Navarro, en el perióco digital "El Plural", publicado el 12 de este mes, bajo el título de "UNA DE LAS MIL RAZONES, PARA ESTAR INDIGNADOS"
                                             

Si usted, lector, no está indignado es que no sabe qué está pasando en su país. Seguro que es consciente de que la situación económica y social del país no está yendo bien. En realidad, está yendo muy mal. El desempleo ha alcanzado niveles récord en la Unión Europea y en España. Y las agencias internacionales más fiables dicen que la economía española no alcanzará los niveles de desempleo que tenía antes de que se iniciara la crisis hasta veinte años (sí, ha leído bien, veinte años a partir de ahora). Y puesto que el desempleo juvenil es el doble del general, estos pronósticos quieren decir que estamos quemando nuestro futuro, pues muchas generaciones jóvenes estarán en una situación desesperada, habiendo sido convertidas en inservibles. Esta situación de los jóvenes está también afectando negativamente al futuro de la Seguridad Social, contradiciendo, por cierto, el famoso argumento de que el problema de las pensiones es que hay demasiados ancianos y muy pocos jóvenes. La falacia de este argumento queda claramente al descubierto en la crisis actual. El problema de las pensiones no es que no haya jóvenes sino que no hay trabajo para ellos. Este es el problema que el famoso argumento catastrofista basado en la transición demográfica oculta.

Esta crisis ha sido consecuencia de unas políticas públicas llevadas a cabo por gobiernos bajo el mandato de instituciones altamente influenciadas por la banca, tales como el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Se lo digo yo, que soy Catedrático de Políticas Públicas y he visto muchos casos antes, en otros continentes, que experimentaron crisis muy semejantes. En realidad, a finales del siglo XX, Latinoamérica sufrió una situación muy parecida.

Estos bancos que tienen una enorme influencia política (muy, pero que muy marcada en España, donde el gobierno Rajoy es un mero instrumento de la banca), están forzando e imponiendo políticas que son la causa de la crisis. Cito solo un detalle. El gobierno Rajoy está recortando y desmantelando el Estado del Bienestar de España (lo mismo ocurre en Catalunya con el gobierno de Artur Mas), recortando y recortando gasto y empleo público a fin de reducir el déficit y la deuda pública. Estos recortes están contribuyendo a destruir empleo y bajar la demanda que debería estimular la economía.

Ahora bien, a pesar de los recortes, la deuda pública española continúa subiendo y subiendo, ascendiendo ya a 664.000 millones de euros (lo cual es mucho dinero). Usted y yo pagamos los intereses de esta deuda, que representa ya el segundo capítulo del presupuesto del Estado después de la Seguridad Social. Este dinero suyo y mío va a los bancos que han comprado esta deuda. Hoy los bancos españoles tienen casi la mitad de esta deuda, 299.000 millones. La pregunta que debe hacerse es: ¿Y de dónde saca el banco el dinero para comprar la deuda? Pues, mire usted, por mucho que le sorprenda, procede de préstamos públicos. Cada año los bancos españoles piden prestado dinero al Banco Central Europeo, BCE, una institución pública (que no funciona en realidad como un banco central, sino como un lobby de la banca), a unos intereses bajísimos, menos del 1%. El BCE se lo presta para que los bancos se lo presten a usted y a mí, y a las pequeñas y medianas empresas, y así se resuelva el enorme problema de falta de crédito que ha paralizado la economía. No sé si usted ha intentado conseguir un préstamo de la banca. Si lo intenta, verá que no es fácil. ¿Y, por qué no es fácil, si reciben tanto dinero del BCE?

La respuesta no es difícil de ver de ver. Los bancos ganan mucho más dinero comprando deuda pública a unos intereses muy altos (que el discurso oficial indica que el Estado necesita ofrecer para que los Estados puedan conseguir prestado dinero de los bancos), de un 4%, 6%, o incluso 13%. Imagínese el chollo que significa que reciban dinero a menos del 1% y con ello compren bonos que les generan una cantidad de dinero muchas veces mayor que la que pidieron prestada del BCE. ¿Se da cuenta? Y, sepa usted, que los banqueros en España están entre los mejor pagados de la Unión Europea. Y los bancos más importantes de España han estado entre las empresas con mayores beneficios. Si después de leer todo esto no se ha indignado, es que no me he explicado bien.

Pero si me ha entendido bien, entonces prepárese para incrementar su nivel de indignación, pues todo esto es totalmente innecesario. Todo este enorme sufrimiento, incluido el elevado desempleo, es totalmente evitable. Es, repito, innecesario y dañino y existe única y exclusivamente para el beneficio primordialmente de la banca. La solución a esta situación es extremadamente fácil. El BCE debería prestar el mismo dinero, no a la banca privada, sino a los Estados, y dejar que estos lo ofreciesen a usted, a mí y a las pequeñas y medianas empresas, al mismo tipo de interés que el Estado lo recibe del BCE. Mire que fácil.

Y usted preguntará ¿Y por qué no se hace así? Pues porque la banca tiene un enorme poder sobre el BCE, sobre las instituciones que gobiernan la Eurozona, sobre el gobierno español y, no lo olvide, sobre los medios de información y persuasión. Y un ejemplo de ello es que este artículo que ha estado leyendo no se publicará en ninguno de los cinco rotativos más importantes del país. De ahí que le sugiera que lo distribuya ampliamente entre amigos y familiares, porque la escasísima democracia que tenemos tiene que cambiarse y ello empezará por tener una ciudadanía informada, que es lo que no tenemos.
                                                      Vicenç Navarro

Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

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